Page 9 - Royalty Witches 1
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—Es decir, estás en la otra punta de la OCL.
                  El espejo se quedó en silencio y Kibibi se imaginó la cara de su amiga
                en ese momento: la nariz y las mejillas teñidas de rojo, perfecto acompa-
                ñamiento para su cabello rosa. Sacudió la cabeza y un rizo se le metió en
                la boca.
                  —Anda, pídeme unos cometas picantes.
                  «No les quedan. Ya lo he preguntado.»
                  Kibibi puso los ojos en blanco. Por supuesto, hoy tenía que ser un día
                horrible de principio a fin.
                  «¿Quieres un pastelito de luna?»
                  Se le secó la boca de solo pensarlo.
                  —No, qué asco. Todos para ti. Cógeme un té de estrellas.
                  «De tapioca, ¿no?»
                  Kibibi no se molestó en contestar. Últimamente la gente prefería tomarlo
                con estrellas de mango o de chirimoya, pero lo original era la tapioca.
                  Una nube espesa le apareció delante, cubriéndola por completo en un
                manto blanco que parecía algodón. Al cruzarla se topó con un paisaje que
                cortaba la respiración. La Oficina Central de la Liga parecía una aguja de
                plata que se alzaba, majestuosa, de entre las aguas del lago del Sol y la Luna,
                como el elegante pistilo de una enorme flor azul. El lago estaba bordeado
                de montañas y desde lejos parecía imposible decir dónde acababa la tierra y
                dónde empezaba la laguna.
                  Kibibi suspiró, era injusto que un lugar tan horrible estuviera en un sitio
                tan bonito.
                  La flecha azul se fijó en el edificio plateado, pero Kibibi dio un golpe
                seco en dirección contraria. Dijo el contrahechizo y el astrolabio brillante
                se desvaneció entre chiribitas azuladas.
                  Fue descendiendo y, a medida que se acercaba, pudo empezar a distin-
                guir mejor lo que pasaba en tierra firme. Una pequeña multitud avanzaba
                de manera ordenada por el puente de los Ciruelos, cruzando el lago para
                llegar a la oficina. A Kibibi se le hizo un nudo en el estómago y deseó que
                todas esas brujas y brujos tuvieran la fortuna que ella no quería tener.
                  Sacudió la cabeza y volvió a comerse otro rizo, y se alegró de que Kat
                hubiera querido hacer esa parada imprevista.
                  Bordeó el lago hasta localizar el pequeño puesto con el tejado violeta.
                Era de madera blanca y tenía una enorme bandera en la que estaba bordado
                el emblema del Holly Moon Café.



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