El guionista Rodolphe y el dibujante Oriol viajan al París de finales del XIX para narrar una historia trepidante, en la línea de los seriales policiacos-fantásticos de la época
Hay fórmulas que nunca fallan: una ciudad prestigiosa, una época rodeada de misterio, un suceso que pone en marcha la acción parecen suficientes para que la atención del lector quede atrapada al instante. Pero todo eso no basta, o el hechizo estaría al alcance de cualquiera. Hace falta que todos esos elementos estén perfectamente reflejados, atravesados por unos personajes inolvidables y acompañados de una trama que crezca y crezca en intensidad hasta el desenlace final. Y eso es precisamente lo que han logrado el guionista francés Rodolphe y el dibujante Oriol en su última novela gráfica, El oro del tiempo, que acaba de ver la luz bajo los auspicios de NORMA Editorial.
La historia comienza cuando Hugo de Reuhman, distinguido historiador y egiptólogo, compra a un librero parisino una colección de cartas escritas por Bernardino Drovetti, embajador de Francia en El Cairo, a un amigo aficionado a las antigüedades. En ellas, Drovetti describe el descubrimiento de una tumba fenicia que contiene un sarcófago que, según se dice, reposan a su vez los restos de Archass-Malik, sacerdote de Moloch. Y precisamente sobre el culto a Moloch y sus ritos ha realizado De Reuhman algunas reveladoras investigaciones…
Sin embargo, durante una velada con numerosos invitados, unos huéspedes inesperados entran en su despacho. De Reuhman encuentra a dos ladrones en plena acción, soplete en mano, intentando abrir la caja fuerte. Uno de ellos va armado con un revólver y dispara a Hugo, justo antes de que llegue la policía. A continuación, huyen y escapan por la ventana. Las cartas del italiano Bernardino Drovetti han desaparecido.
El historiador, a medio camino entre los personajes de Julio Verne y el profesor Mortimer, junto con su amigo Théo Lemoine, se lanza a la investigación de ese misterioso sarcófago perdido, recorriendo los famosos monumentos de la capital franceses, del Louvre al Moulin Rouge, topándose con las numerosas personalidades que marcaron la época, como La Goulue, Valentin le désossé y Toulouse-Lautrec.
Precisamente de este pintor toma Oriol (Madriguera, La piel del oso, Naturalezas muertas) algunos guiños para dar rienda suelta a su paleta expresionista de colores intensos, con esa atmósfera turbia e inquietante que recrea como nadie, potenciando el dinámico guion de Rodolphe, quien marca un ritmo sostenido y un suspense que no desfallece en ningún momento, y que recuerda en ocasiones a novelas célebres como el Belphégor de Arthur Bernède o los seriales policíacos-fantásticos de la época, mezcla de magia y misterio, escritos por Gustave le Rouge o Pierre Souvestre.
La pista del sarcófago desaparecido pasa por los oscuros salones de los espiritistas, los sótanos y pasadizos subterráneos del Louvre, los bailes populares y callejuelas de "La Butte", una casa solariega aislada custodiada por autómatas y una orgiástica fiesta de máscaras en el Bois de Boulogne... Y todo acaba siendo una gran fiesta para los amantes del cómic.
27 de febrero de 2024