NORMA Editorial publica completa la popular saga del maestro belga Edgar P. Jacobs, protagonizada por dos personajes inolvidables que reflejaron la sensibilidad de la posguerra europea
La personalidad de Edgar P. Jacobs es sin duda una de las más fascinantes de la historia del cómic europeo. Publicista en sus inicios, cantante de ópera, colaboró con algunas leyendas de la viñeta antes de crear su propio hito en el género, Blake y Mortimer. Después de publicar su biografía a cargo de François Rivière y Philippe Wurm, NORMA Editorial lanza una colección de integrales de este clásico fundamental –incluyendo los álbumes de los autores que tomaron el testigo de Jacobs– a todo lujo y con textos de especialistas y arte inédito. En la primera entrega, las firmas invitadas son nada menos que Antonio Altarriba y Jorge García.
Fue la revista Tintín donde esta serie vio la luz por primera vez el 5 de septiembre de 1946, antes de que apareciera en formato de álbum en Les Éditions du Lombard. Desde el principio, los lectores entendieron que se trataba de una historia diferente a todas las que habían leído antes, empezando por sus propios protagonistas: Philip Mortimer, un destacado científico británico, y su amigo el capitán Francis Blake, del MI5, ambos conjurados contra el enemigo común, el pérfido coronel Olrik. El hecho de haber trabajado para Alex Raymond en Flash Gordon y como colorista del mismísimo Hergé en Tintín le había familiarizado con géneros tan diversos que en su propia faena la intriga detectivesca se mezcla sin chirriar con la ciencia-ficción, los viajes en el tiempo o el misterio de la Atlántida.
Sobre los personajes principales, Antonio Altarriba destaca que “nos encontramos ante una pareja poco habitual en el género aventurero, un soldado inteligente y un sabio valiente, ambos de la misma edad. Blake puede así salir airoso de difíciles enigmas deductivos y Mortimer no se arredra a la hora de coger un arma y hacer frente a docenas de enemigos. Se trata de dos hombres adultos, en plenas facultades físicas y mentales, polifacéticos y capaces de asumir distintos roles. No hay relaciones de supeditación entre ambos ni tampoco experimentan la necesidad de avanzar siempre juntos en la aventura”.
“Siempre educados, tratan de usted a todo el mundo y también entre ellos”, agrega Altarriba. “Y no solo con el léxico. El tono british se lo da también ese talante tranquilo, ajeno al histerismo del héroe. En las más comprometidas circunstancias saben mantener las formas y, a pesar de los peligros, demuestran una flema muy inglesa, correctos incluso en situaciones extremas de peligro o de tortura. Se pueden correr riesgos, pero nunca perder la compostura”.
Desde El secreto del Espadón, que inaugura la serie, al deslumbrante El misterio de la Gran Pirámide, el dibujo de Jacobs posee inconfundibles marcas de identidad como “la profusión de textos, la monumentalidad de algunos encuadres, la audacia de los diseños ingenieriles, el hieratismo de los personajes, el exotismo de los escenarios”, apunta García. Pero también se pone de manifiesto una clara evolución gráfica en su estilo, “que estiliza el trazo hasta alcanzar la estética con que lo reconocemos a día de hoy, esa especie de ‘tercera vía’ imposible entre Raymond y Hergé”.
Convertida en serie de animación en 1997 por la televisión francesa, Blake y Mortimer sigue siendo al mismo tiempo un reflejo de la sensibilidad de su época, sumida en el pesimismo y la destrucción que presidieron la posguerra europea, y una invitación a soñar con futuros posibles e imposibles.
4 de enero de 2024